MATEO FERRÁNDEZ,MARÍA TERESA
El Templo del Silencio, como sucede tantas veces en la vida y en lahistoria, no fue un proyecto premeditado, sino una causalidad fruto de un alto en el camino, de un mirar hacia atrás, de un ver en el puntoen que te encuentras, de dónde vienes y hacia dónde vas. Tomé todaslas piezas que fui escribiendo y guardando durante los últimos 20 años y observé que, unidas, formaban algo que nunca hubiese imaginado: unpuzle, un lienzo, un retablo con sabor a poemario, una sinfonía que, a través de la palabra, daba voz y vida a mi vida.
Una obra queintegra las luces y las sombras que me han acompañado a lo largo delos años, un espejo que me permite ver y tomar consciencia de lovivido y aprendido a lo largo del camino recorrido, de cómo cosas queantes adoraba, ahora carecen de sentido, de cómo ha cambiado mimirada, pero todo, en el fondo, fue, es y seguirá siendo lomismo.á
Un final, un principio, un templo en el que adentrarse ensilencio y, entre luces y sombras, prosa y versos,